domingo, 27 de octubre de 2013

Azar.

Me he enamorado de un tal Azar. Ese que se esconde tras cada lágrima que sale de mis ojos, y vive en los hoyuelos que forman mi sonrisa.
Le encanta hablarme del cielo, de las estrellas y de las lunas de mis ojos. Y no sé como lo hace, que cuando se avecina una tomenta que me provocará estallar, la frena con un beso.
Y yo le hablo de héroes y princesas y me pide que baje de mis nubes, pues no hay mejores histórias que las que podamos vivir juntos. Que las vivimos.
Pero hay algo de Azar que me preocupa. Últimamente sólo habla de Casualidad. Tienen mucho en común, y en sus planes ya nunca figuro yo.
Aún así, Azar no me abandonaría nunca, pues vive en mis hoyuelos, se esconde en mis lágrimas y ama todo lo que yo soy capaz de amar, lo inimaginable y lo imprevisible.



martes, 1 de octubre de 2013

Y aquel día la ví marchar...

Desplegó sus alas al viento con su sonrisa, desafiandolo a vencer. 
El duelo de miradas duró hasta el fin del anaranjado atardecer otoñal que nacía en su piel, su piel de fina seda rosada que iluminaba la luz de la vela. 
El fuego efímero de esta, se apagó con su suspiro, porque no podía encenderse más aunque quisiera, que quería.
Aquel suspiro, a su paso, provocó huracanes y tempestas, que se veían reflejadas en sus cristalinas lágrimas de felicidad enamorada.
Grises lágrimas tiernas que se deslizaban por sus pecas, apagando las cenizas de madera de ébano que las formaban.
Y en ese instante en que la ví sonreir con la mirada y llorar de felicidad, también la ví marchar del brazo de algún Dios afortunado, que jugaba con mi mente a hacerme creer que en algún momento fué mia. 
Y ahora me rio yo de ese Dios iluso, que cree que la puede enjaular, cuando en realidad, ella lo ha hecho con él.